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A unos doce kilómetros de Cedeira, en la ladera occidental de la sierra de A Capelada, encontramos un pequeño poblado y el santuario de San Andrés de Teixido, la Meca de los gallegos. El camino arranca desde el mismo centro de Cedeira y remonta el curso del Condomiñas por su orilla izquierda. A los dos kilómetros en Cruz de Nogueira hay que desviarse hacia la derecha. Después de algunas pendientes se alcanza el mirador de Os Cadrís, llamado también del Padre Sarmiento, por las ponderaciones que el sabio benedictino hizo de este espectacular balcón sobre la costa cedeirense. Poco después se baja precipitadamente hacia el santuario de Teixido.
El monasterio de San Andrés ya existía en el siglo XII, según consta en documentos anteriores al final de este siglo. En ellos aparece como posesión de la Orden de San Juan de Malta o Jerusalén, dependiente de la Encomienda de Portomarín. Pero la primera cita como santuario es del año 1391; aparece en el testamento de una vecina de Viveiro, donde se dice que mando ir por mi en romería a Santo Andrés de Teixido, porque se lo tengo prometido, y que le pongan en su altar una vela del tamaño de una mujer de mi estado.
A partir de entonces empieza a abundar la documentación sobre los conflictos entre los abades de Régoa, parroquia a la que pertenece el santuario, y los señores de San Sadurniño, que tenían ciertos privilegios económicos sobre los bienes y frutos de la parroquia y el santuario. No se sabe cuándo surgen las leyendas sobre la fundación del propio santuario, con el fin de atraer romeros. Según ellas, San Andrés, uno de los doce Apóstoles, llegó en barco hasta los acantilados de Teixido.
Allí volcó la embarcación y quedó convertida en un peñasco conocido como A Barca de San Andrés. Nadie le prestó ayuda, pero recibió de Dios la promesa de que tendría un santuario y una romería que duraría hasta el fin del mundo y que vivos o muertos habrán de acudir al lugar todos los mortales.
El edificio actual se comenzó a construir en el siglo XVI y se continuó en el XVII y XVIII. La puerta del muro norte, de estilo gótico decadente, pertenece a la parte más antigua, así como las pinturas murales que representan el martirio de San Andrés. Otro elemento interesante es la imagen-relicario, de estilo barroco italiano, con un fragmento de un hueso de San Andrés. El retablo mayor pertenece al estilo barroco popular de mediados del siglo XVIII. También de finales de esta centuria es la torre de base cuadrada que se levanta al lado de la fachada.
Cerca del santuario se halla la Fonte do Santo, que brota, según se dice, debajo del altar de la iglesia. Era costumbre entre los romeros echar en ella una miga de pan. Si flotaba se tomaba como indicio de que se cumplirían sus deseos; si se hundía, no. Cuando a la romería no se iba o no se va por motivos de curiosidad o turismo, era costumbre buscar la herba namoradeira o clavel marino, que se puede encontrar bajando hacia la costa, y los xuncos de ben parir. Se volvía con una rama de avellano, que abundaban en toda la sierra, según testimonio del Padre Sarmiento. De ella se colgaban pequeñas ramas de teixo, el árbol que originó el topónimo, y los famosos sanandreses. Así son llamadas las figurillas hechas con miga de pan sin levadura, endurecidas al horno y pintadas de vivos colores, rojo, amarillo y azul.
El viaje o la excursión a San Andrés de Teixido debe terminar en el mirador natural de Vixía de Herbeira, justo en el límite con el municipio de Cariño. No se tiene noticia, por lo menos en la costa occidental europea, de otro acantilado con una caída casi vertical sobre el mar de semejante altura, 620 metros. Ya decía fray Martín Sarmiento cuando se asomó a él en el verano de 1754: Es uno de los puntos de vísíón más célebres que he vísto.
El principal día de romería es el 8 de septiembre, mes en el que también se celebran otras romerías, en la fiesta de Pentecostés y el 30 de noviembre, que es la fiesta de San Andrés. Y no olvidemos que a San Andrés de Teixido vaí de morto o que non foi de vivo.
Tampoco debemos olvidar que el domingo anterior a San Juan se celebra el curro y la rapa das bestas de A Capelada, con la recogida y marcaje del ganado caballar salvaje A las faenas propias del trabajo de los ganaderos sigue la fiesta y la romería con peleas de garañones, doma, carreras de caballos...

FUENTE:http://www.dicoruna.es/municipios/Cedeira/SanAndres.htm

SAN ANDRÉS DE TEIXIDO

Bueno es empezar un recorrido mágico por los mitos y leyendas hispánicos abordando las tierras gallegas, donde secularmente se han albergado los ingredientes que configuran lo prodigioso, lo misterioso, lo ultraterreno, en historias en las que se asocian las creencias paganas más remotas, muy anteriores al Cristianismo, con las nacidas a la luz del Evangelio. Y, en no pocas ocasiones, mitos y leyendas se superponen, afincándose con fe de carbonero en la superstición popular, constituyendo herencia ancestral que habla de portentos, de pasmos, de almas muertas que reviven en cuerpos de alimañas. Todo esto se asocia vigorosamente en el legendario misterio de san Andrés de Teixido, santo que tiene su culto en un santuario sobre la sierra de Capelada, a la vera del cabo Ortegal, en la vecindad de Cedeira y con un fondo de mar bravío que se estrella en los acantilados de la costa. Como lugar de peregrinaciones, dado el imán del santo milagrero, compitió con Compostela ya que, según los entendidos, Sánchez Dragó a la cabeza, «San Andrés propiciaba el jubileo más gozador, promiscuo y popular». La propagada creencia en las virtudes benéficas del santo deTeixido y lo perentorio de acudir a su romería, hizo acuñar la sentencia de que «A San Andrés de Teixido vai de morto o que non foi de vivo». La tanatolatría estaba servida.
La leyenda de Andrés nace con el prodigio de la navegación del Santo Varón, quien avistó la costa de los promontorios navegando en una barca de piedra, desafiando todas las leyes de la flotabilidad. Esto de las embarcaciones de granito, como navíos portadores de pilotos espirituales, se hizo extensivo al apóstol Jacobo llegando a Iria Flavia y a la Virgen, atracando en Muxía y convirtiéndose en Nuestra Señora de la Barca. Y más al norte de nuestro continente, san Brandan fue visto a bordo de otra nave pétrea, empeñado en alcanzar las costas armoricanas para evangelizar a sus naturales infieles. En el caso del santo que nos ocupa, su llegada estuvo motivada por una sana competitividad: era intolerable que el culto al Señor Santiago en su feudo de Compostela hubiera dejado en la indigencia de fieles al de San Andrés. Y su prédica y sus prodigios fueron de tal alcance y vigor, que dieron pie al refrán antes citado. Lo de «ir de muerto el que no fuera de vivo» abre la puerta al milagro de la reencarnación, ya que los difuntos retornaban convertidos en bestezuelas, en salamandras, en lagartos, sapos o pájaros ya que en esto de la trasmigración de las almas no hay código que impida el albergue de las ánimas en las más impensadas especies o bichos. El santo se ofrece a sus romeros en una imagen reducida al tamaño de un busto que, al parecer y según su leyenda, fue traído por un peregrino compostelano deseoso de descongestionar Compostela y desagraviar a San Andrés, escaso de fieles.
La devoción que inspira el santo se muestra en la afluencia de romeros que se acercan a la ermita, atraídos por sus prodigios que, ejercidos sobre un trasfondo dionisiaco, están relacionados con los eternos temas del amor, la fertilidad, la salud y la muerte. En las cercanías de la ermita, según escribe Carlos Pascual en su excelente Guía sobrenatural de España, se recoge la famosa herba namoradoira que es guardada celosamente por las mociñas solteiras, con la esperanza puesta en un próximo casorio. Y también se da la planta, a la que se conceden efectos preñadores y cuya ingesta hace fértiles a las infértiles.
La existencia de este clima mágico-erótico propicia, en las romerías, la creación de un ambiente bullanguero, proclive a una promiscuidad que, entre danzas y aturuxos, facilita la fornicación, el holgar de las parejas que hacen verídica la aleluya: «Muchos van a San Andrés / en devota romería. / También fueron Gil e Inés / y en tan amable armonía / que los dos se vuelven tres». Lo que acredita la leyenda de la fertilidad de las plantas, aunque para su cumplimiento se precisen requisitos de coyunda. Más sintéticamente, el refrán en vernáculo abunda en la tesis de la fecundidad cuando dice: «A San Andrés van dous y venen tres: milagros que o santo faes».
Lo de «ir de muerto» se toma tan al pie de la letra, que las familias que tienen un difunto se acercan a su sepultura y lo llaman y convocan para que se apreste al viaje. Y a la invisible compañía se la provee de un billete para el autobús del transporte o se le deja un asiento libre en el automóvil o en el carro; o se la considera fantasmal acompañante en la caminata, cuidando de darle palique en el trayecto.
Culto significativo entre los que se profesan a este venerado santo es la llamada «procesión de los ataúdes», a la que concurren enfermos graves, quienes ofrecen en pro de su curación acudir a la romería portando su propio féretro, y de esta devoción queda constancia en los ataúdes que se almacenan en la iglesia, entre los que no faltan pequeñas cajas de muerto pintadas de blanco, ofrecidas por devotos padres de un infante al borde de la muerte.
Desde tiempo inmemorial, la romería a San Andrés de Teixido es un recorrido iniciático de fieles entre los que flota el lamento al Señor de un santo que, sintiéndose postergado, se dirigió al Sumo Hacedor con estas palabras:
-Maestro, estoy triste porque mientras todos van a peregrinar ante el apóstol Santiago, procedentes de las más lejanas tierras arrostrando penalidades sin fin, nadie viene a mi santuario siendo yo no menos discípulo fiel de Ti, y no menos capaz de obrar prodigios en bien de los creyentes.
A lo que Nuestro Señor, conmovido, le contestó:
-Dices bien, Andrés. Y no serás menos que Santiago. Te prometo que, en el futuro, nadie gozará del reino de los cielos sin que haya visitado tu santuario y ofrecido su devoción, al menos una vez en la vida. Y el que no lo haya hecho de vivo, tendrá que hacerlo de muerto.
Y así nació el proverbio.
MITOS Y LEYENDAS DE ESPAÑAde Rafael Abella